Hace unos días, de nuevo, 19 niños y dos profesoras murieron tiroteados en su escuela en Estados Unidos. Este acto de barbarie irracional ha vuelto a recibir la condena unánime de toda la comunidad internacional. El debate del acceso a las armas en Estados Unidos frente al poderoso lobby de la Asociación Nacional del Rifle se ha reabierto legítimamente, y el propio presidente de los Estados Unidos ha expresado su hartazgo personal e institucional ante esta situación.

Son muchos los factores que pueden tratar de explicar el por qué este tipo de actos se repite regularmente y las razones por las que la violencia y el odio siguen estando presentes en nuestras sociedades.

Vivimos en un mundo en donde la fuerza de las armas parece dirigir el destino de la humanidad. “Homo sapiens” debería haber extraído lecciones de su propia historia y tomar nota de los avances científicos y del progreso de la denominada “inteligencia artificial”. Pero al mismo tiempo, debería preguntarse dónde se encuentra la “inteligencia humana” para proteger la vida y garantizar el desarrollo digno y justo de todos los ciudadanos del mundo. ¿De dónde surgen estos fanáticos desequilibrados? ¿Cuáles son los juegos educativos que nuestros hijos practican en sus años de formación de adolescentes? ¿Por qué existen esos videojuegos donde se gana cuando se ha matado a más personas? En nuestra sociedad de consumo somos capaces de prohibir el tabaco, pero incapaces de limitar la utilización de armas o los incentivos que llevan a utilizarlas. Es hora ya de prohibir la venta y utilización de todo ese tipo de videojuegos.

Por otro lado, hace ya más de tres meses que las armas siguen destruyendo vidas humanas, edificios e infraestructuras en Ucrania, obligando a más de 4 millones de personas a buscar refugio y protección fuera de sus hogares, y a sufrir día tras día las angustias de una vida caracterizada por la incertidumbre de la vida, tanto suya como la de sus familiares y seres queridos. Estas imágenes son las que todos, incluidos los jóvenes, vemos día tras día.

Es hora ya de parar esta guerra sin sentido, como la ha calificado Su Santidad el Papa Francisco. El balance ya es aterrador. No conocemos la cifra real de fallecidos por ambas partes. Sin embargo, el horror de la violencia, la desolación de ciudades fantasmagóricas y edificios destruidos, nos acompañan diariamente. Las principales víctimas de esta locura humana son los ciudadanos ucranianos, y a ellos debemos mostrar nuestra plena solidaridad. De ahí que la primera y única tarea que deberíamos todos emprender es parar esta confrontación.

Es verdad que los occidentales pusimos el adjetivo “Mundial” a la primera y segunda guerra del siglo XX. Sí fueron, en cierto sentido, mundiales estas contiendas, pero sobre todo fueron europeas. Hoy, nos encontramos ante otra guerra en territorio europeo, que todavía no calificamos de “Tercera Guerra Mundial”, pero que sí que está teniendo consecuencias directas e indirectas con carácter global. El reciente informe de la UNTACD nos demuestra claramente los impactos que esta crisis está teniendo en el abastecimiento y el precio de los productos alimenticios, así como en la energía o las finanzas. El sufrimiento del “sur global” se acrecienta día a día a medida que la guerra en Ucrania se prolonga. Por todo ello, son de elogiar los esfuerzos del Secretario General de las Naciones Unidas de abordar estos aspectos con carácter urgente.

¿Por qué la diplomacia internacional no ha sido capaz de detener la violación de la Carta de Naciones Unidas? ¿Por qué no se logra alcanzar un alto al fuego y se vuelve a la mesa de negociaciones? Es imperativo parar las armas y retomar el camino de la resolución pacífica de los conflictos. La negociación diplomática no es “apaciguamiento”. Negociar no es renunciar a los principios y valores universales de los cuales el principal y más justo es la “Paz”.

Es por ello que deberíamos crear una cultura de paz, de valores, de respeto. He aquí donde la Alianza de Civilizaciones de Naciones Unidas (UNAOC, por sus siglas en inglés) debe seguir desarrollando sus programas tanto a nivel local y nacional, como a nivel internacional. Educación, juventud, migración y rechazo al odio son las tareas esenciales de nuestros proyectos, pero los recursos asignados para estos objetivos son muy limitados si los comparamos con los inaceptables e inconmensurables presupuestos militares.

A nivel internacional, la UNAOC debe ser más ambiciosa en el cumplimiento de su mandato y convertirse en una Alianza para la Paz. La guerra en Ucrania debe cesar y antes o después deberán reconciliarse los unos con los otros. Para ello necesitaríamos un mundo en donde existan espacios de entendimiento para todos. Somos una “sola humanidad”. Existen y son legítimas las diversas culturas, etnias y civilizaciones. Por lo tanto, ha llegado ya el momento de defender y lograr el que podamos vivir juntos y crear una convivencia fraternal y humana que haga sentirse orgulloso, por fin, al “Homo sapiens”.