Nadie pone en cuestión que estamos viviendo una era de transición. Abandonamos el ayer y miramos al mañana sin saber todavía como vivir en el presente.

Existe una rotunda unanimidad en defender con entusiasmo y determinación toda la nueva agenda de sostenibilidad. Hay una tarea ineludible: salvar el planeta. No hay alternativa, no hay plan B, la mayoría de la opinión publica internacional se moviliza y quiere conjurarse en favor de preservar nuestra casa común. La lucha contra el cambio climático ya no está bajo debate o discusión. Tras la cumbre de París 2015, todos los principales actores que constituyen el marco multilateral de actuación están de acuerdo de que este objetivo es nuestra primera prioridad.

El Secretario General de la ONU, António Guterres, lidera este movimiento y prepara de manera comprometida la cumbre internacional para septiembre de este año.

No hay duda de que todos debemos contribuir al éxito de la misma y que en Nueva York deben adoptarse medidas concretas que aceleren la aplicación de la agenda acordada en Paris y en los sucesivos encuentros futuros. Todos trabajamos para alcanzar esta meta.

Pero junto a salvar el planeta, la Comunidad Internacional no puede ignorar la que para mi me parece como objetivo inmediato más urgente. Este es muy sencillo y obvio. Una vez salvado el planeta, una vez logrado reducir el calentamiento climático, una vez defendido la economía verde, la alimentación saludable y sostenible, la protección de nuestro medio ambiente, ¿que haremos los seres humanos? ¿Podremos vivir juntos? ¿Aceptaremos nuestras diferencias, nuestra diversidad cultural, nuestras raíces religiosas, nuestras civilizaciones distintas? ¿Viviremos enfrentados los unos contra los otros, refugiados simultáneamente en nuestras “identidades asesinas”? ¿Sabremos convivir y superar nuestras costumbres, tradiciones y valores originales y respetándonos mutuamente?

He aquí donde surge la necesidad de defender una nueva agenda internacional en el que objetivo último es reconocer y dialogar en favor de una sola humanidad, pero en la que existan diversas culturas, religiones y civilizaciones.

Esta nueva agenda es más necesaria que nunca ya que todavía no cuenta con los suficientes apoyos políticos y sociales. Es la agenda que UNAOC desea promover y elevar entre las prioridades de los Estados Miembros y los restantes actores relevantes de nuestro sistema institucional.